Dime que no te mueres de ganas, que ni siquiera te lo has planteado, que no sabes de lo que hablo. Dime que no te acuerdas de qué color eran mis ojos ayer, que no sabes cómo es el ritmo de mis pasos, que tampoco recuerdas el tumtum de mi pecho, ni lo frías que están siempre mis manos. Dime que no sabes mi nombre, ni mi edad, ni dónde me conociste. Que nada de esto tiene sentido, que apenas te pararás a leerme. Que no reconocerías mi voz, y a duras penas mi olor.
Dime que todo es mentira y prometo salir corriendo.
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