lunes, 31 de mayo de 2010

Cuatrocientos golpes contra la pared  han sido bastantes para aprender a encajar con gracia y caer de pie , esconderlo dentro y llorar después.

Por eso cuando dijo que no me quería  apreté los dientes y dije que me iría. Mil pedazos de mi corazón volaron por toda la habitación. Se ha quedado todo roto por el suelo, uno fue a clavarse en su chaqueta de cuero los cogí deprisa, me los guardé
por si hacían falta para otra vez . En medio de mi pecho quedó un agujero,  para que no se viera puse mi sombrero.

Dejé sólo un trocito dentro de su bota para que le duela si se va con otra.

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