domingo, 16 de enero de 2011

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¿Qué adelantas sabiendo mi nombre?, cada noche tengo uno distinto, y siguiendo la voz del instinto me lanzo a buscar... Imagino, preciosa, que un hombre, algo más, un amante discreto, que se atreva a perderme el respeto ¿no quieres probar?

Vivo justo detrás de la esquina no me acuerdo si tengo marido si me quitas con arte el vestido te invito a champan. Le solté al barman mil de propina apuré la cerveza de un sorbo, acertó el que el templo del morbo le puso a este bar.

Peor para el sol que se mete a las siete en la cuna del mar a roncar, mientras un servidor le levanta la falda a la luna.

Al llegar al portal nos buscamos como dos estudiantes en celo, un piso antes del séptimo cielo se abrió el ascensor. Nos sirvió para el último gramo, el cristal de su foto de boda, no faltó ni el desfile de moda de ropa interior.

En mi casa no hay nada prohibido, pero no vayas a enamorarte, con el alba tendrás que marcharte para no volver. Olvidando que me has conocido,
que una vez estuviste en mi cama, hay caprichos de amor que una dama
no debe tener.

Es mejor, le pedí, que te calles, no me gusta invertir en quimeras, me han traído hasta aquí tus caderas, no tu corazón.
Y después, para qué más detalles, ya sabéis, copas, risas, excesos, como van a caber tantos besos en una canción.

Volví al bar a la noche siguiente a brindar con su silla vacía, me pedí una cerveza bien fría y entonces no se...si soñé o era suya la ardiente voz que me iba diciendo al oído, me moría de ganas, querido, de verte otra vez.

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