lunes, 21 de noviembre de 2011

La mitad de mujeres que conozco se pasan la vida llorando ante la -aparente- cruda realidad, esa que dice que pensamos con la polla y que todas nuestras acciones tienen un fin ulterior, un objetivo telúrico y cristalino cuya simplicidad asustaría a J. Forbes Nash: meterla en caliente.
La otra mitad llora porque nos hemos convertido en unas nenazas, porque usamos Biotherm y jugamos a paddle y gastamos kleenex viendo Titanic y porque, repámpanos, ya no quedan hombres “de los de antes“, aquellos que hablaban poco y pagaban la cuenta.

 

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