“Tú y yo nos conocimos porque estábamos hechos para querernos una tarde. Porque tu brazo encajaba perfectamente en mi hombro. Porque nuestros pasos quedaban muy bien en el Otoño de Madrid. Y lo más normal era que un día te encontrara y me obsesionara por ti. Por eso, nunca me faltaron sueños. Ni ilusión. Alguna vez pensé en rendirme. Pero cuando llegaba uno de esos días, me hablabas de películas y besos. Y entonces volvía a llover en algún concierto. O me hacía la dura en algún sofá. Pero sabía que tú y yo estábamos hechos para rozarnos, como solíamos planear. Y aunque me cueste convencerte. Y aunque besemos otras bocas, mientras te decides. Seguirán pasando los días con ganas de verte por alguna calle perdida. Y darte dos besos, y preguntarte qué tal te va. Y preguntarme si piensas tanto en mí, como yo pienso en ti. “
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